“Qué quiero ser cuando sea niño”
Es una frase metafórica que me enfrenta con el tiempo en el destiempo, sin embargo, es posible entrar a mi infancia cuando toco mi esencia al inculcar las virtudes de un niño. Recordar todo aquello que quería hacer y hacerlo. Darme la oportunidad de reconocer el niño que no ha sido expresado.
Mario Benedetti dice que los niños tienen poesía en la mirada, y es que en el instante en que tienes ojos de niño, los sentidos de un niño, la vibración cambia. Queremos sentirnos realmente vivos, suspiramos por ello, pero es nuestra vibración la que necesita transformación.
Nos hemos separado de la niñez y nos hemos vuelto serios, nos hemos distanciado tanto que ya no apreciamos lo maravilloso, fantásticos, hermosos que son los niños y que siempre nos quieren recordar lo que hemos perdido…nuestras virtudes, nuestra infancia. Las hemos perdido, o las hemos ocultado pensando erróneamente que en este mundo no convienen. Dejar de ser niño es alejarnos de nosotros mismos, de nuestra naturaleza.
Cuando llegan momentos difíciles, ser como un niño me permite ser ligero. Un niño nunca piensa en el pasado, no está preocupado por el futuro, vive despreocupado, no existe el tiempo para él, viven en la eternidad porque están más cerca al mundo espiritual donde no existe el tiempo.
Un niño es real, es original porque se mueve momento a momento y es fiel a ello con sus sentimientos, es auténtico porque no acarrea nada del pasado, se abandona en el tiempo. Aunque aquí hay un punto en el que se hace necesario replantearnos en el tiempo ¿Cuál fue el momento en el que abandoné mi infancia, dejé de crecer y comencé a ser falso?
Los niños saben que todo el universo está dentro de cada persona, por eso viven la fantasía, en la imaginación y la creatividad; es parte de nuestra naturaleza y cuando vuelvo a ella, a mi infancia, me vuelvo a unir con el Universo; eso hace que seamos más libres y cuando estamos más libres, estamos más cerca de la felicidad, hay menos descontento en la vida. Nacimos con el anhelo por la felicidad y parece que lo hemos olvidado.
La niñez irradia belleza, sus raíces van hasta el fondo de su propio ser y desde ahí brota hacia la superficie el néctar de una de las principales virtudes “el amor” y florecen como pétalos todas las demás virtudes. Esto es ser individual, estar arraigado en sí mismo de esta manea; para ser niño, para ser juguetón, estar alegre, reir y a veces llorar, estar enfadado o de mal humor.
Para volverme de nuevo niño, no es solo recordar mi niñez. ¿Por qué no volver a ella? recuperar mi infancia, continuar creciendo de forma distinta y preguntarme ¿Qué quiero ser? explorar, ir hacia lo desconocido, ser valiente, vivir la propia vida totalmente como sea posible para tocar la alegría.
Para un niño la vida es un continuo movimiento, es alegría, es celebración, vive existencialmente, no vive según ideas, vive con la sabiduría que procede del corazón y entiende la vida a través de la risa. Responde a la existencia con sencillez, naturalidad y no ensaya los pasos.